domingo, 7 de abril de 2019

¿Por qué lloramos?

Todos hemos llorado alguna vez y seguramente, hemos visto cómo otros lo hacen, porque aún tratando a veces de evitarlo, es un gesto que forma parte de nuestra condición humana. Sin embargo, no todos los llantos son iguales ni sirven para lo mismo. 

Existen dos tipos de llanto. El primero, es el llanto como acto reflejo. Se produce como una petición de socorro ante una situación adversa (la separación de la madre, el hambre, el dolor, el frío…) y es innato en los humanos hasta los 6-8 meses de edad y en las crías de animales mamíferos y pájaros. Suele ser un llanto vocal de angustia o de llamada, sin lágrima que, ante la ausencia del lenguaje oral, reclama la atención necesaria para sus cuidados o expresa un malestar. Tiene bien establecida una función adaptativa: obtiene como resultado, la ayuda de alguien que va a satisfacer sus necesidades más básicas. Este mecanismo garantiza la supervivencia de la especie y en los humanos, va modulándose a medida que se van desarrollando sus mecanismos adaptativos a otros más complejos e independientes que aseguran su supervivencia. 

Es decir, si un niño tiene frío y no sabe hablar, llorará hasta que su madre le ponga un abriguito. Un adulto ya ha desarrollado otros recursos con los que resolver de forma activa y autónoma sus conflictos y por tanto no necesitará llorar. 

Crying Woman by Klimt
Crying Woman by Klimt
Sin embargo, que los adultos no necesiten llorar como mecanismo de supervivencia no significa que no vayan a llorar. Los adultos también lloran, pero suele ser con el segundo tipo de llanto, que es el llanto emocional. Este tipo de llanto, exclusivo de los humanos, se adquiere a partir de los 6-8 meses de edad y se acompaña de lágrimas que, ganan relevancia frente a lo vocal (de hecho, en muchas ocasiones el derramamiento de lágrimas es silencioso) y además, tienen una concentración de hormonas relacionadas con el estrés, como la prolactina, mucho mayor que en otro tipo de lágrimas. 

El llanto emocional es un proceso muy complejo donde interviene una parte fisiológica (complejas redes neuronales y hormonales), una parte psicobiológica (como el estado de ánimo o la personalidad) y otra sociocultural. 

Parece ser que durante la infancia-adolescencia, tiene una función estratégica: Ayuda a conseguir el apoyo necesario de individuos específicos, atrae la atención de los cuidadores y de los extraños y protege de los posibles depredadores, promoviendo así la vinculación, la empatía y el comportamiento social. Después, con la edad, las causas que evocan este llanto emocional, cambian, al igual que varían en cuanto al género (en esto último parece tener un importante papel las hormonas sexuales, ya que los estudios indican que las mujeres adultas lloran más que los hombres, con episodios más intensos y de mayor duración; incluso que la tendencia al llanto guarda relación con el ciclo menstrual). 

De forma habitual, el llanto emocional se produce ante eventos muy importantes de la vida, felices como bodas o nacimientos de niños y tristes, como situaciones de pérdida o separación. Pero también hay una elevada frecuencia de llanto emocional ante situaciones relativamente mundanas como pequeños conflictos, frustraciones menores y como reacción a la música o las películas. 

¿Llorar nos reporta algún beneficio? 


Muchos estudios se han centrado siempre en responder a esta pregunta y no está clara la respuesta. Aunque en algunos casos se habla de una posible liberación de tensión, para equilibrar o reducir un estrés puntual, son muchos los casos que no notan cambios en su estado emocional o incluso pueden sentirse peor después de llorar. 

Actualmente se está poniendo el foco de atención, más que de los beneficios en sí del llanto para el cuerpo, en los efectos de las lágrimas sobre los observadores del entorno social: Cómo perciben los de alrededor el estado emocional, la personalidad y las intenciones de comportamiento del que llora.

Si bien es cierto que llorar activa en los demás su capacidad de empatía y protección emocional, predispone a brindar ayuda y refuerza ciertas relaciones personales y apegos, socialmente podemos llegar a ser poco tolerantes al llanto: Primero porque nos duele el lamento de la otra persona y queremos frenarlo y segundo, porque hay una barrera en la sociedad que modera esta reacción al etiquetar al que llora como emocionalmente inestable, incompetente o manipulador.

¿Entonces… qué hacemos si sentimos ganas de llorar? ¿Lloramos para sentirnos mejor o no lloramos por el qué dirán? 


Realmente llorar puede permitirnos hacer una descarga emocional necesaria en algunos momentos y por lo general, nada dañina. Además permite expresarnos, pedir ayuda y generalmente, va acompañada de una respuesta de apoyo emocional del entorno que puede incluso reforzar ciertas relaciones personales. 

Pero si en vez de llorar nosotros, tenemos a alguien en frente que llora, nuestra actitud debería ser la de tolerancia al llanto; deberíamos dejarle un espacio y un tiempo para llorar, asumiendo que es necesario. No nos deberíamos sentir comprometidos a tener que hacer desaparecer el origen del llanto y tampoco intentar argumentar las razones para no llorar. Simplemente deberíamos permanecer ahí, acompañando a esta reacción natural y normalizar su función y efecto.




BIBLIOGRAFÍA:

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