Había mucha gente en la casa, mas sólo eran los allegados. El silencio que les envolvía únicamente se quebrantaba por la respiración intranquila del enfermo.
Junto a él, cogida de su mano fría y sudorosa, se encontraba una mujer de mediana edad. Con tristeza en su rostro miraba al enfermo cuya respiración cada vez se volvía más lenta y debilitada.
Tras el último suspiro, aún con su mano cogida, le besó en la cara. Tragó saliva, se enjugó las lágrimas y recompuso su cara. Se volvió hacia la familia y abrazando a la recién viuda, le aconsejó ocupase su lugar.
Tras el último suspiro, aún con su mano cogida, le besó en la cara. Tragó saliva, se enjugó las lágrimas y recompuso su cara. Se volvió hacia la familia y abrazando a la recién viuda, le aconsejó ocupase su lugar.
Descolgó de sus hombros el fonendo mientras se encaminaba hacia el salón. Miró hacia el viejo reloj de pared que seguía marcando su TIC-TAC ajeno a todo y comprobando la hora, certificó la Muerte del paciente.
Situaciones parecidas a la que refleja el relato viví el mes pasado, durante la rotación de Cuidados Paliativos Domiciliarios.
La medicina Paliativa es una visión de la medicina completamente opuesta a la medicina del diagnosticar y curar. Si recordáis el dicho "Curar a veces, aliviar a menudo y acompañar siempre", esta forma de medicina es la que mejor lo aplica.
El enfermo ya está diagnosticado cuando llega a sus manos; pero puede haber episodios intercurrentes que necesiten ser aliviados, pueden aparecer síntomas de su propia enfermedad que necesiten ser atendidos y por supuesto, puede necesitar apoyo y compañía (así como sus familiares) en todo momento y hasta el final.
El Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria (ESAD), que es la unidad por la que roté, realizan todo el soporte paliativo en la propia casa del paciente, evitando al enfermo frágil los desplazamientos y permitiendo que estén acompañados en todo momento por sus seres queridos.
La experiencia de trabajar con ellos emocionalmente ha sido dura, puesto que conoces al enfermo y familia en un momento crítico de sus vidas, y les acompañas día a día hasta el final, rodeándote de sus preocupaciones y empatizando con sus emociones. Pero también ha sido una de las rotaciones más enriquecedoras ya que se contacta con la parte más humana de la medicina, donde el sentimiento y la palabra del enfermo son lo más valioso y los protocolos quedan relegados a un segundo lugar.
¡Muy acertado el comentario! Mi paso durante la residencia por el Servicio de Paliativos también fue una experiencia muy gratificante: me parece asombrosa la entrega de todo el personal (médicos, enfermeros y auxiliares, psicólogos, trabajadores sociales, voluntarios...), que, en momentos tan complicados de la vida de una persona y sus familias, sacan lo mejor de sí mismos y dan una atención integral, individualizada y exquisita a todos ellos, primando el confort y la calidad de vida de los enfermos y las personas de su entorno más cercano, dejando de lado la idea de que los médicos estamos sólo "para curar" (cuando también, como dices, estamos para "aliviar a menudo y acompañar siempre"). Para mí, la rotación, además de acercarme a la situación de últimos días y la propia muerte, tan natural como la vida misma, me sirvió para comprobar lo mucho que se puede hacer por las personas con pequeños gestos, siempre respetando sus voluntades y creencias, y haciendo que lleven de una manera más llevadera esos duros momentos.
ResponderEliminarMe alegra leerte; los pequeños gestos nos hacen grandes.
ResponderEliminarSaber acompañar a estos enfermos es una labor fundamental que no siempre es fácil. Se necesita mucho del lado humano del médico y a veces, tristemente, es un lado que cuesta sacar.