Hace poco me contaron un chiste...>>El día en que Dios
se hizo Médico y abrió una consulta, gente de todo el mundo acudió a hacer cola
para ser atendido. Y pasó el primero, un señor paralítico en su silla de
ruedas. Dios le dijo, levántate y anda, y aquél señor salió caminando,
empujando su propia silla de ruedas. Cuando la gente de la cola, expectante, le
preguntó "¿Y qué tal es como Médico?", él con desdén afirmó "bah, como
todos, ni te mira".<<
Y así es, ¡¡nunca llueve a gusto de todos!! Llegas por la
mañana a la consulta de la urgencia y te sientas con ilusión y con tu mejor cara puesto que
quedan 24 largas horas por delante. Se van sentando frente a tí uno a uno los
pacientes, cada cual con mil datos que aportar e innumerables detalles que
puntualizar, intentando tomarse todo el tiempo del mundo para contarte lo que
les pasa. Intentas abreviar, pero ves que no dan su brazo a torcer, han llegado
donde están para explayarse. Te sientes bien por ayudarles, les estás
escuchando, pero sabes que hay muchas personas fuera esperando, es un servicio
de urgencias y con los datos facilitados ya barajas un diagnóstico: tienes que
invitarles a salir de la consulta...
Por fin la desalojan. Te asomas para llamar al siguiente y te encuentras a cientos de
personas esperando, quejándose de todo el tiempo que ha estado el anterior
paciente dentro y de lo larga que se les
está haciendo la espera. Un halo de alegría y asombro te invade por
momentos...¿se han dado cuenta que no podemos alargar innecesariamente el
tiempo de consulta? Pero tu gozo en un pozo, el siguiente paciente cruza el umbral de la
puerta y si le dejas, su motivo de consulta se remonta 80 años atrás, cuando
iba camino del altar en su Primera Comunión.
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